A lo largo y ancho del país, las áreas protegidas nacionales contribuyen al cuidado de una gran diversidad de especies animales de alto valor de conservación.
Cada 29 de abril se celebra en la Argentina el Día del Animal en recuerdo de Ignacio Lucas Albarracín, abogado cordobés pionero en la lucha por los derechos de los animales.
Actualmente, en los Parques Nacionales de Argentina cientos de especies de fauna autóctona se encuentran protegidas por sistemas de control que llevan adelante guardaparques y personal especializado, así como programas específicos de conservación en las distintas ecorregiones del país, desde las Selvas de las Yungas en el Norte hasta los Bosques de la Patagonia.
Numerosas especies de animales pueden avistarse frecuentemente en las áreas protegidas, como sucede en el Parque Nacional Los Cardones, en Salta, y en el Monumento Natural Laguna de los Pozuelos, en Jujuy, con el gato del pajonal (Leopardus colocolo). De tamaño algo mayor que el doméstico, se caracteriza por sus hábitos solitarios, crepusculares y nocturnos, y se alimenta principalmente de roedores pequeños y aves.
Vive en pastizales, pajonales, matorrales y bosques abiertos y en áreas montañosas hasta por lo menos los 5000 metros de altura, y puede considerarse el más terrestre de los felinos de la Argentina, ya que trepa árboles con poca frecuencia.
En los Parques Nacionales del Noreste como Mburucuyá, en Corrientes, y Río Pilcomayo, en Formosa, es posible observar al aguará guazú (Chrysocyon brachyurus) o “zorro grande”, por su significado en guaraní.
Si bien es el mayor de los cánidos sudamericanos, es tímido y temeroso frente a la presencia humana, por lo que se aleja de sitios poblados. De dieta omnívora, se alimenta tanto de roedores como de frutos e insectos, y en menor medida de aves, armadillos, reptiles y peces.
En la misma región, en Parques Nacionales como Iguazú, en Misiones; Chaco, en la provincia homónima, e Iberá, en Corrientes, el mono carayá o aullador (Alouatta caraya) ostenta un dato curioso: es la única especie de mono registrada en el famoso Libro Guinness.
Se trata de uno de los animales más ruidosos sobre la Tierra y debe su nombre al potente bramido que emiten los machos, generalmente al comenzar el día y hacia el atardecer. Sus aullidos pueden escucharse a varios kilómetros de distancia.
Presente en todo tipo de hábitats, el murciélago conocido como vampiro (Desmodus rotundus) ingiere sangre de mamíferos que obtiene siempre de noche, tanto de animales silvestres (tapires, corzuelas, pecaríes) como del ganado.
Este quiróptero puede formar grandes colonias de hasta cinco mil ejemplares y se refugia en cuevas naturales, túneles, alcantarillas, pozos de agua, huecos de árboles y viviendas abandonadas.
Gracias a su olfato cuarenta veces superior al del humano, el oso hormiguero (Myrmecophaga tridactyla) llega hasta los nidos y abre una brecha con sus potentes garras. Allí desliza su lengua larga y pegajosa, que al cabo de unos segundos consigue retirar miles de insectos.
Se lo encuentra con más frecuencia en pastizales abiertos y sabanas arboladas, aunque también vive en selvas y bosques tropicales y subtropicales. Por ello, puede avistarse en provincias como Chaco, en el Parque Nacional El Impenetrable; Santiago del Estero, en el Parque Nacional Copo, y en Formosa, en el Parque Nacional Río Pilcomayo y la Reserva Natural Formosa.
El roedor más grande del mundo puede encontrarse en abundancia en los Parques Nacionales El Palmar, en Entre Ríos, Iberá y Mburucuyá, en Corrientes. Con más de un metro de largo y hasta 65 kilos, el carpincho (Hydrochoerus hydrochaeris) es capaz de bucear durante varios minutos y doblegar ríos de la anchura del Paraná.
Esto es posible gracias a adaptaciones como una gruesa membrana interdigital que une sus dedos al estilo “patas de rana” y un pliegue especial que tapona y protege el oído al sumergirse.
Otro roedor singular es la vizcacha ( Lagostomus maximus), especializada en cavar cuevas y galerías subterráneas de hasta 300 metros de diámetro.
Vive en comunidades numerosas y comparte el espacio con otros animales como hurones, zorrinos, comadrejas, lagartos y culebras. Su avistaje puede realizarse en Parques Nacionales como El Palmar, en Entre Ríos, y Lihué Calel, en La Pampa.
El zorro colorado ( Lycalopex culpaeus), también llamado zorro fueguino o andino, se alimenta principalmente de mamíferos como roedores, liebres y conejos. Tanto el macho como la hembra participan del cuidado y alimentación de las crías, que a los dos o tres meses de vida comienzan a aprender las técnicas de caza. Llega a vivir hasta once años.
Está presente en áreas protegidas desde el Norte hasta el extremo más austral del continente, pudiendo ser observado con frecuencia en Parques Nacionales como El Leoncito, en San Juan; Quebrada del Condorito, en Córdoba; Lago Puelo, en Chubut, y Tierra del Fuego, en la provincia homónima.
La mara o liebre patagónica (Dolichotis patagonum) es un mamífero endémico del país, que habita en gran parte del centro y sur de la Argentina. Esta especie puede observarse en los Parques Nacionales Sierra de las Quijadas, en San Luis; Talampaya, en La Rioja; Lihué Calel, La Pampa, y Bosques Petrificados de Jaramillo, en Santa Cruz.
De hábitos principalmente diurnos, es altamente gregaria, alcanzando a formar colonias de hasta setenta individuos. Además, la estructura social básica dentro de la colonia está conformada por parejas monógamas, en las que el macho y la hembra permanecen siempre juntos, a pocos metros de distancia uno del otro.
Al visitar un área protegida la propuesta es disfrutar del avistaje de fauna como una de las prácticas de ecoturismo más interactivas, por eso es importante que se realice en forma responsable, observando la fauna a la distancia, sin seguir ni acercarse a los animales.
En ninguna circunstancia se debe alimentar a la fauna, ya que esto perjudica su salud, altera sus comportamientos naturales y crea dependencia; también los expone a predadores y otros peligros.
Fuente y fotos: Prensa Parques Nacionales
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