Este tradicional fin de semana largo convoca a visitar las áreas protegidas del país como parte de experiencias movilizadoras e inspiradoras en medio de la naturaleza.
En las distintas regiones de Argentina, los Parques Nacionales ofrecen una oportunidad para disfrutar de los más diversos paisajes a través de múltiples opciones para la contemplación y la recreación, asociados a las ofertas de servicios que presentan los destinos urbanos más próximos. Durante Semana Santa, selvas de altura, el inicio del Delta del Paraná, bosques de piedra y lagunas en medio del desierto son algunas de las alternativas para una experiencia turística diferente.
Las selvas del Norte andino
Las Yungas jujeñas, región en la que se enmarca el Parque Nacional Calilegua, presenta registros de actividad humana desde tiempos antiguos. Allí pueden encontrarse, por ejemplo, referencias asociadas a los pueblos que conformaron la cultura local, en la que conviven simultáneamente manifestaciones actuales con improntas Kollas y Guaraníes.
La Ruta Provincial Nº 83 atraviesa el área protegida y, tras recorrer unos sesenta kilómetros, permite llegar a San Francisco, un poblado con servicios turísticos básicos y posibilidades de realizar excursiones locales a diferentes atractivos, como las Termas del Jordán a unos 10 kilómetros caminando o a caballo; o bien seguir viaje hasta Valle Grande y Valle Colorado, ya en la antesala de la Puna.
En el camino se pueden conocer los distintos estratos de esta nuboselva única y caminar por sus nueve senderos habilitados, con distinto grado de dificultad y duración. La mayoría de ellos atraviesan la selva pedemontana y parten en las proximidades de la seccional de guardaparques emplazada en el acceso, conocida como Aguas Negras. Entre ellos se destacan el Sendero Guaraní, un recorrido interpretativo donde aborígenes de la comunidad guaraní explican la naturaleza a través de su cosmovisión, y el sendero El Negrito, que presenta mayor dificultad que el resto y se inicia a cien metros de la segunda seccional de guardaparques, Mesada de las Colmenas, a 1.200 metros sobre el nivel del mar en medio del verde.
Una gran franja central
A orillas del Río Paraná, a poco más de cuatrocientos kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, la ciudad entrerriana de Diamante es la puerta de acceso al Parque Nacional Pre Delta. A él se ingresa por el Paraje La Jaula, que cuenta con un campamento agreste, luz, baños, mesadas, fogones y proveeduría. Para vivenciar estos ambientes en todo su esplendor, los visitantes pueden adentrarse en el río a través de una recorrida náutica, actividad ideal para los amantes del Delta.
La región cuenta con variadas ofertas para complementar la visita al parque nacional, como el trayecto de la Ruta provincial 11 entre las ciudades de Diamante y Paraná, donde se suceden las pintorescas aldeas fundadas por los inmigrantes alemanes de la zona del Volga: Protestante, Valle María, San Francisco, Spatzenkutter, Salto y Brasilera.
En línea recta hacia el Oeste, en pleno corazón de la sierra del Tontal y de cara al valle de Calingasta -un verdadero oasis sobre el desierto sanjuanino- el Parque Nacional El Leoncito resulta todo un apelativo a los sentidos. Pocos lugares en el mundo pueden jactarse de tener un cielo con la calidad del que envuelve a la naturaleza cuyana en esta porción de maravillas.
Conservando una muestra representativa de ambientes tales como el Monte, la Puna y los Altos Andes, el área protegida contribuye al mantenimiento de ese cielo diáfano, preservandolo de las consecuencias de actividades humanas generadoras de luces y polvo atmosférico que amenazan seriamente su calidad natural. El promedio de trescientas noches despejadas por año ofrece condiciones ideales para la observación, y por ello sobre el macizo cordillerano resaltan las moles blancas de dos complejos astronómicos de gran importancia a nivel nacional y mundial, abiertos al público mediante visitas guiadas.
La Pampa del Leoncito, vecina a la localidad de Barreal en Calingasta, es una planicie de altura de unos doce kilómetros de largo por cinco de ancho, que suma un punto panorámico al circuito local. Es una de las pistas más famosas para la práctica de carrovelismo del hemisferio sur, en la que los competidores suelen alcanzar velocidades de entre ochenta y cien kilómetros a una altura de 1.900 metros sobre el nivel del mar.
Desde la ciudad de San Juan, a unos 195 kilómetros por la Ruta Nacional 40 y la Ruta Nacional 150 se accede a la localidad de Rodeo (195 km), donde está ubicada la Intendencia del Parque Nacional San Guillermo. Allí se realizan los trámites obligatorios para ingresar a esta joya de los Andes: presentación de documentación de los vehículos, validación de las fichas médicas personales y confección del Registro de Ingreso.
Recientemente se volvió a habilitar el ingreso de visitantes, dado que la Ruta Provincial Nº 430 se encuentra transitable con precaución tras el cierre del camino por las crecidas y desbordes de los cursos de agua durante el verano. En el trayecto se vadea dos veces el Río Blanco y se transita por caminos de cornisa de anchos variables y pendientes pronunciadas; por esta razón, se requiere el uso excluyente de vehículos doble tracción, además de la compañía de un Guía de Turismo Habilitado.
En San Luis, el Parque Nacional Sierra de las Quijadas muestra las paredes erosionadas del Potrero de la Aguada que destacan como el principal atractivo paisajístico del área. En un ambiente en que la falta de agua es la norma, los fósiles son la evidencia de que el lugar fue bien diferente en otros tiempos, cuando bosques y lagunas eran la característica distintiva del sitio. En una caminata de cuatro horas, en compañía de un guía habilitado, se puede descender hasta llegar a los colosales paredones rojizos del sendero Farallones para admirar las espectaculares dimensiones del lugar desde una pequeña escala humana. Para visitarlo, es posible alojarse tanto en San Luis, la capital provincial, como en la ciudad de Merlo, villa turística con infinidad de propuestas.
La Patagonia esteparia
El Parque Nacional Laguna Blanca está ubicado a 32 kilómetros de la ciudad de Zapala, en Neuquén, una estratégica localización que le confiere la conexión terrestre con localidades del oeste andino por las Rutas Provinciales N° 13 y N° 46, como así también hacia el norte y sur, por medio de la Ruta Nacional N° 40.
Zapala funciona como un centro de escala, paso obligado de los visitantes que se dirigen hacia los destinos turísticos neuquinos o hacia Chile, cruzando por los pasos fronterizos de Icalma, Pino Hachado y Mamuil Malal. Además, ofrece alternativas de alojamiento de diferentes categorías, terminal de transporte público, gastronomía y estaciones de servicio.
En esta época del año y hasta el mes de octubre, en el parque se permite la pesca deportiva, una característica única en la Patagonia que se lleva adelante con el fin de conservar el hábitat de 350 especies de plantas, 130 de aves, 50 de mamíferos, 12 de reptiles, tres de anfibios y una gran diversidad de artrópodos.
Hacia el sur por la emblemática Ruta 40, al ingresar a la provincia de Santa Cruz las localidades de Perito Moreno y Los Antiguos son los centros urbanos de referencia para visitar el Parque Nacional Patagonia, asociado al Sitio Patrimonio Mundial y actual Parque Provincial Cueva de las Manos
Enmarcado por rutas escénicas como la Nacional 40 y sus auxiliares, las provinciales 43 y 41, se puede realizar un incipiente circuito vial binacional a través de los pasos fronterizos Roballos, al sur, y Chile Chico, al norte, por los que se atraviesa la Cordillera de los Andes en ambos sentidos; así como visitar otras comunidades más pequeñas que cuentan con desarrollos turísticos, como Lago Posadas y Bajo Caracoles.
De camino hacia el mar, sobre la Ruta Nacional 3, que bordea la costa atlántica austral, se accede a un paisaje muy extraño en medio de la estepa santacruceña: el del Bosque Petrificado de Jaramillo. Hace unos 150 millones de años, durante el Período Jurásico Medio Superior, el área que ocupa este parque presentaba un clima estable de gran humedad que permitía el desarrollo de árboles de porte gigantesco, entre los que se destacaban antiguos parientes de los pehuenes o araucarias.
Con las erupciones volcánicas, en los inicios del Cretácico, y el inicio del levantamiento de la Cordillera, el territorio patagónico fue sepultado con cenizas y lavas y los bosques se petrificaron. Así se ven hoy tumbados por el tiempo, en medio de un paisaje tan árido que parece de otro planeta.
Fuente y fotos: Prensa Parques Nacionales
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